Qué sé yo del fin de esta historia,
Si mis letras yacen quebradas en algún margen vacío,
Cohibidas por la inminencia de la realidad.
Quise escribirte con traje blanco, germinando en un país tropical,
Surcando olas con mi imagen como norte,
pero los hechos fueron inmunes a mi narrativa gastada.
Te avizoro sonriente, lejano a toda creación mía,
Desentendido de todo cuanto por ti elugubré,
Efímero rehén de mis sentidos más elaborados
Hoy celebras la vida fuera de estas viejas hojas y castillos de viento.
La arena que hoy consumo será la tumba de mi joven poesía.
Sin ti, nada de mí florece;
Seco y marginal, el residuo abiótico de esta pasión trastocada en frustración.
Sube el volumen del entorno y me desarmo en este sólido soleado,
no pude imaginar mejor lugar para ofrendar un último descanso;
los pocos árboles mecen mi dolor entre sus ramas y, así,
te clamo inútilmente.
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