viernes, 11 de diciembre de 2009

Esplín de media noche.



Leía unos interesantes comentarios de mis ínclitos lectores, según los cuales mis escritos pecaban de difíciles y tristes. Ante ello, y luego de haber meditado tediosos segundos (que no excedieron de cinco en realidad), he decidido redimir mis crímenes literarios permitiendo que un Juanki (yo) más pueril reviva algunas letras abandonadas en el averno de mi vergüenza, en la espera de que su simpleza léxica les permita una veloz y fresca lectura.

De pequeño acostumbraba pasarme inacabables tardes vagando y divagando, en un vaivén de aventuras en las que la alegría y melancolía emanaban a bocanadas por mis poros. Llegada la madrugada mi hiperactividad, la cual sigue acompañándome y molestando a quien se siente a mi costado tentando su paciencia, me llevaba a expulsar los últimos resquicios de energía en trillados escritos que me daban las "buenas noches". El esplín de aquellos momentos en que mis problemas eran nimios y efímeros me impulsa a compartir un ingenuo escrito de aquellas épocas.

Este escrito data de mis 12 años y fue exhumado de alguna red social de aquellos tiempos:


Impío Deseo


Peca
y endulza
mis saladas venas
con el veneno que tu lengua
bífida alberga en sus adentros.

Explora
con tus frios dientes
el interior de mis arterias
hasta que no escuche más palpitar.

Profana
con tus letales
mordidas mi interior y detén
mis exánimes pulsasiones en ese instante.

Con tu beso
de plata hazme perecer,
sin lágrimas y en silencio
arráncame el inerte corazón.

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En la espera de haber renovado aquella visión errónea que sobre mí versaba concluyo esta lacónica pero conmovedora (al haberme recordado en mi infancia) entrada.

jueves, 10 de diciembre de 2009

Insomne inhumación



Conjuntamente con mi insomnio, disfrutaba de mi acostumbrada sesión de automutilación antropófaga (Momentos en los que el nerviosismo de lo incierto me lleva a devorarme sin reparos en sempiternos banquetes) cuando me asaltó, a manera de turbulencia, una tribulación profunda que me impelía hacia el teclado. Ahora hálleseme aquí, agrilletado lector, recorriendo los abyectos sentimientos que matutinamente desgarran mi ánima, ingresando quirúrgicamente por cada resquicio e implosionando; intentando sobrepasar la valla del semi-analfabetismo para tener algo con qué justificar esta densa introducción.


Habiendo oscilado entre la vida y la muerte, entre cada "te amo" y "no quiero verte más"; he superado esos inertes estadíos y mi hegemonía ha corrompido las más altas esferas de la jerarquía celeste. He profanado ángeles y querubines, derramado sangre sobre las santas efigies de los mortales y envilecido cada corazón mustiado por amores inviables.

No he podido contener el dolor que atentaba contra mi providencia. Sepultados mis dioses en su Edén, he colocado el cenotafio en la cabecera de mi lecho y he emprendido paso acelerado a la deriva, divagante, viandante sulfurado de laceradas entretelas y diáfana razón.

Ignota es la senda al introito de su vida, pero certera es la llegada. Porque mi destino lo traza su travesía, marcando mis movimientos y agitando mis exhalaciones. El camino será intenso, lo sé, pero ello no será óbice alguno que detenga mis instintos, porque seguiré el rastro desolado que su partida dejó tras mi naufragio.

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Pasado el desfogue abúlico con el que no pretendía solazarlos, sino más bien satisfacer mis ansias de liberación, intentaré dormir tranquilo y pleno.

sábado, 5 de diciembre de 2009

Cuando la colisión alcanza tu mirada





Es bueno saber que este blog tendrá más de una entrada. El violento cauce de este sentimiento hubiera arrastrado al infinito cada frontera de mi ser de no estar expulsándolo por medio de este escrito. Quizás comienzo la manía de tornar el blog en un medio de catarsis, pero créanme, la violencia contenida sería demasiada sino contara con esta ventana de escape.

Corrían breves días en que en mi cara se esbozaba, aunque tardía y tímida, alguna pequeña sonrisa despistada. Creía que ella había vuelto y con ella, la felicidad que solía despedirse cuando ella despegaba sus pasos de mis límites. Nada más lejano a la realidad con la que nuevamente iba a toparme de bruces.

Lo preví, no puedo negarlo, por ratos sentía la colisión inminente en que estos juegos de cariño y repulsión culminarían. No importa cuánto esfuerzo opuse al destino, el ocaso llegó tan pronto como inesperado. Quería disfrutar un poco más de su difusa presencia, seguir extasiándome con la danza póstuma de su feminidad herida.

La granizada que sus labios desvocaban se reforzaba con el paso de las horas, de las palabras, el transcurso de las aguas por mis párpados y el rojo mar de sensaciones que inundaba nuestra orilla. Sabía que ese soplo asmático de vida que me daba era breve, pero quería disfrutarlo hasta el final, que corrompiera cada fibra mía, que me hiciera un ángel fugaz, un semidios ingenuo, un híbrido quimérico.

Ahora que este cadáver pensativo inicia su marcha onírica por la desolación que abandonaste, se dejan oír aún por las esquinas los ecos del pasado y de tu ausencia, como si de un concierto se tratara, la lírica de la tristeza que no has logrado sospechar. Volverás?

viernes, 4 de diciembre de 2009

Overtura - Amanecer en la urbe


Siendo esta mi primera entrada al blog, esperaba que fuera premeditada y pomposa para inaugurarlo sin escatimo alguno en el derroche de genialidad presunta. Pero, dado a que no soporto, como de costumbre, la inquietud de empezar algo en mi vida, heme aquí escribiendo la primer sandez que emane de mis magullados dedos.

Bueno, al grano... Estaba en el reencuentro de mi promoción cuando mi amigo Joco me comentó de su blog y de las cosas que en él escribía, y me vi tremendamente tentado a crearme uno, ya que siempre he buscado un espacio en donde escribir lo que me cante el culo (como mi buen amigo argentino Andrés diría) sin tener que torturar más hojas de papel con mis tintas acíbares que tan venidas a menos han estado los últimos años. Vamos, los árboles no tienen por qué sufrir la culpa de mi falta de inspiración. Y tan ausente es la inspiración que me tiento a dejar esta como una entrada solitaria.

Supongo que terminada la introducción austera llega la parte en donde debo escribir algo que pretenda ser de interés nacional. Lamentablemente soy consciente de que mi actividad creativa se ha deteriorado por mis conflictos sentimentales y mi desinterés por esta sociedad (no, no soy emo). Pues sin más me lanzo en el desafío de entonar mis pocos pensamientos vivos con el movimiento lerdo de mis dedos temblorosos:

Romperé el silencio de este blog con este escrito improvisado que en la angustia de no saber rotular las cúrsiles letras que mi imaginación espectora a borbotones denominé:


1,2,3 Kapibara

Quién preguntara por las noches en que canto
y a lo lejos melodía de tristeza enardecida,
digo adiós melancolía cuando la luna me sonríe.
La tonada de los dioses que acompasa tu vaivén.
Musa que sorbe vida del musgo y enternece con sus senos,
que posa su mirada al cielo cuando preguntan por su amor.

Y a lo lejos, el eco, el rugido sabatino de una Lima ebria, envenenada.
Sólo los cetrinos sabios acarician sus arbustos en sus sobres
mientras arde juventud bravía en las barras alcoholizadas de los templos de hoy en día
y en las esquinas tu canción de estéreo viejo y sicodélico.
Enfermiza pasión desatada cuando se posa en mi almohada.

El croar de los intoxicados peatones matutinos disturba mis patologías,
no hay donceles en las rúas de esta sodoma austral
sólo jadeos en busca de psicotropismos sexuales.
Se desborda la hostilidad interna del ocaso citadino
pero todo, todo inocuo, cuando tu sonido me indemniza.

Resonarán los gélidos tacones por las arterias diáfanas de la polis
¡A ésto llaman ahora libertad!
Pero nada, nada escucho, cuando escucho lejana tu respiración,
aunque el humo, canabis, polvo y sopor coital
febriles conspiradores de tu gesta atenten contra el génesis de tus notas.

Cae la concha de plata contra los rezagos del libertinaje
presurosa por relabrar la moral plástica de la sociedad
pero yo, yo sigo con tu música, eterna locura.
Mientras espero los calores de tu plexo para invadirte de mi mundo.

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Sin el afán de haber fundido sus retinas (y aceptándome rehacio a indemnizar dicho daño) concluyo esta primera entrada del blog.