La ausencia de entradas en este blog durante el mes de enero no fue fortuita, no se preocupe (si acaso alguien ha pasado a leer este ignoto blog por interés propio), enero fue un mes muy atareado y sumamente olvidable (o al menos eso espero). Tuve un inicio de año poco envidiable, un enero bapuleado en el que he tenido que lidiar con una terrible infección estomacal, una deshidratación fuerte, un viaje indeseado por máncora y guayaquil; y, para aniquilar toda esperanza de empezar con buen pie este 2010, un rapto (sí, tal cual) del que probablemente comente algo en un futuro cuando el temor y la paranoia aún latentes hayan cesado sus embates o, al menos, me dén una tregua mientras furtivos planeen su siguiente estrategia.
Habiendo dado una explicación breve, simplona y sincera sobre mi ausencia, me adelanto con ansias al evento que me ha traído de vuelta al teclado y que no podía dejar de exponer en este solitario espacio en el que soy libre.
Recuerdo cuando pequeño, ir en el auto de mi padre y escuchar una canción que nunca más pude borrar de mi mente y que me acompañó durante toda mi infancia, impactando cada uno de mis sentidos y afinando mis oídos, abriéndome de esta forma los oídos y el corazón a la música. Esa canción era "Zombie" de los "cranberries". Fue así como conocí a dolores y al resto de la banda irlandesa y me fui, con el paso de los años, enamorandoe cada vez más de la banda.
Luego de tantos años de tararear (sí, aún no sabía inglés y era demasiado vago para buscar las letras y aprendérmelas) sus canciones con tanta emoción, como redescubriéndolas inocentemente cada vez, llegó el dolor: "Cranberries se había separado!" Así murieron mis esperanzas de verlos alguna vez y cumplir así mi mayor fantasía musical.
Así transcurrieron varios años de luto melódico, recordando en eternos velorios, en el silencio de mi alcoba, a aquella banda de ensueño que musicalizó mis momentos más sublimes. Hasta que un inesperado día, un tímido y casi inaudible mensaje radiofónico que el viento arrastró a la ventana del taxi en que viajaba devolvió entre temblores la emoción a mis oídos: "Los Cranberries venían a Lima". No era ninguna despiadada broma o una noticia amarillista de las que se valen los temerarios periodistas para justificar sus espacios en los medios de comunicación. Dolores lo confirmaba en su página web! Así continué el viaje hacia mi casa extasiado y con una sonrisa imborrable, impagable e inisospechada.
Ya con mi entrada para la zona Cranberries en la mano (la cual asía firme pero delicadamente, pues comprendía que se trataba de un tesoro) mis latidos resonaban por toda mi casa imparables y potentes. La espera me mataba, pero tratándose de los Cranberries, vale la pena ser estoico o perecer en el intento.
Llegado el día del concierto, me apresuré a la ducha con emoción infantil y me vestí en breves segundos inadvertidos. Debía llegar rápido a recoger a Priscila y emprender mi rumbo hacia un sueño negado por tantos años. La espera fue larga, 7 horas parado bajo el sol, esperando que todo saliera perfecto, que nada arruinara ese momento. Sin importar los idiotas que me rodeaban (personajes tales como la niña peste, la diva andina y el indio novio de la diva andina que se peleaba con las mujeres), tampoco importaban los empujones, apretones, codazos y demás agresiones que tuvimos que soportar: Todo, todo era poco, una ofrenda merecida para mi amada banda irlandesa.
De pronto, Empiezan a sonar las cuerdas, la batería y entra ágilmente una diva iluminando el escenario con su omnipresecia y su voz divina. Era Dolores!!! La grande, a sólo unos pasos de distancia de un Juanki (yo ¬¬) tembloroso y agitado. El sueño se cumplía, el recorrido de tantos años hallaba su punto cúspide. Fue la emoción más brutal que haya podido sentir en mi vida, canté, grité, salté, sudé y me agité como si de la más cruenta clase de aerobics sado se trarara.
La explanada del monumental se caía, el estadio rendía culto a los pies de Dolores O'Riordan que flotaban ligeros en afilados bailes que acompañaban las sagradas notas que su registro melismático nos regalaban esa noche. Se sentían la alegría, euforia y emoción cuyos vapores nos abrigaron a quienes enloquecimos esa noche mientras coréabamos canciones como "zombie, ode to my family, the journey, salvation, animal instinct, free to decide, you and me, Ridiculous Thoughts, promises, Dreams".
Gracias Cranberries! Gracias Dolores! Por haberme dado la noche de mi vida.
Me encantó!
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