Siendo esta mi primera entrada al blog, esperaba que fuera premeditada y pomposa para inaugurarlo sin escatimo alguno en el derroche de genialidad presunta. Pero, dado a que no soporto, como de costumbre, la inquietud de empezar algo en mi vida, heme aquí escribiendo la primer sandez que emane de mis magullados dedos.
Bueno, al grano... Estaba en el reencuentro de mi promoción cuando mi amigo Joco me comentó de su blog y de las cosas que en él escribía, y me vi tremendamente tentado a crearme uno, ya que siempre he buscado un espacio en donde escribir lo que me cante el culo (como mi buen amigo argentino Andrés diría) sin tener que torturar más hojas de papel con mis tintas acíbares que tan venidas a menos han estado los últimos años. Vamos, los árboles no tienen por qué sufrir la culpa de mi falta de inspiración. Y tan ausente es la inspiración que me tiento a dejar esta como una entrada solitaria.
Supongo que terminada la introducción austera llega la parte en donde debo escribir algo que pretenda ser de interés nacional. Lamentablemente soy consciente de que mi actividad creativa se ha deteriorado por mis conflictos sentimentales y mi desinterés por esta sociedad (no, no soy emo). Pues sin más me lanzo en el desafío de entonar mis pocos pensamientos vivos con el movimiento lerdo de mis dedos temblorosos:
Romperé el silencio de este blog con este escrito improvisado que en la angustia de no saber rotular las cúrsiles letras que mi imaginación espectora a borbotones denominé:
1,2,3 Kapibara
Quién preguntara por las noches en que canto
y a lo lejos melodía de tristeza enardecida,
digo adiós melancolía cuando la luna me sonríe.
La tonada de los dioses que acompasa tu vaivén.
Musa que sorbe vida del musgo y enternece con sus senos,
que posa su mirada al cielo cuando preguntan por su amor.
Y a lo lejos, el eco, el rugido sabatino de una Lima ebria, envenenada.
Sólo los cetrinos sabios acarician sus arbustos en sus sobres
mientras arde juventud bravía en las barras alcoholizadas de los templos de hoy en día
y en las esquinas tu canción de estéreo viejo y sicodélico.
Enfermiza pasión desatada cuando se posa en mi almohada.
El croar de los intoxicados peatones matutinos disturba mis patologías,
no hay donceles en las rúas de esta sodoma austral
sólo jadeos en busca de psicotropismos sexuales.
Se desborda la hostilidad interna del ocaso citadino
pero todo, todo inocuo, cuando tu sonido me indemniza.
Resonarán los gélidos tacones por las arterias diáfanas de la polis
¡A ésto llaman ahora libertad!
Pero nada, nada escucho, cuando escucho lejana tu respiración,
aunque el humo, canabis, polvo y sopor coital
febriles conspiradores de tu gesta atenten contra el génesis de tus notas.
Cae la concha de plata contra los rezagos del libertinaje
presurosa por relabrar la moral plástica de la sociedad
pero yo, yo sigo con tu música, eterna locura.
Mientras espero los calores de tu plexo para invadirte de mi mundo.
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Sin el afán de haber fundido sus retinas (y aceptándome rehacio a indemnizar dicho daño) concluyo esta primera entrada del blog.